Crítica: Dying
por Ola Salwa
- BERLINALE 2024: El último trabajo de Matthias Glasner es una combinación ganadora de humor muy negro y agradable drama humanista
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ficha de la película], la nueva película de Matthias Glasner, que compite en la 74.ª Berlinale, es mucho más de lo que sugiere su título. Trata tanto de la existencia como de la muerte, centrándose en cuatro personajes (padres enfermos terminales y sus hijos adultos) y en las decisiones que han tomado, están tomando o ya no pueden tomar. Suena pesimista, pero la seriedad se compensa con un sentido del humor tan oscuro que nos lleva a cuestionarnos si debemos reírnos, así como con la inmensa empatía que Glasner muestra por sus protagonistas.
Tanto en su guion como en su dirección, Glasner adopta un punto de vista marcado por la curiosidad y la aceptación. Observa a todos sus personajes como un padre cariñoso, consciente de que, al final, cada adulto es responsable de sus propias decisiones. La película dura tres horas, pero el tiempo pasa volando gracias a lo bien organizada que está la historia.
La trama está dividida en capítulos, algunos de ellos centrados en la vida de los cuatro miembros de la familia Lunies, otros en temas como el amor. En su escritura, Glasner emplea el principio de la pistola de Chéjov, según el cual todas las píldoras de información importantes que recibimos durante la primera parte de la historia resonarán más adelante. Cuando Tom Lunies (el maravilloso Lars Eidinger), un director de orquesta, les dice a sus músicos que una pieza musical llamada “Morir” debe tener un comienzo humilde para “ganar patetismo”, está claro que la película seguirá exactamente el mismo recorrido emocional.
Este tipo de estructura le permite a Glasner dar mucho espacio a sus personajes, ofreciéndoles largas escenas de diálogo y dejándoles vagar por bares y calles sin perder de vista su objetivo. La película comienza con Gerd Lunies (Hans-Uwe Bauer), aquejado de una demencia que empeora rápidamente, y su esposa Lissy (Corinna Harfouch), que tiene una enfermedad terminal. Asistimos a la vida cotidiana de unos ancianos que no mantienen mucha relación con sus hijos y que solo pueden contar con su vecino y con el poco dinero que reciben del Estado. A medida que avanza la historia, descubrimos por qué ellos y sus hijos, Tom y Ellen (la hipnótica Lilith Stangenberg), no son exactamente una familia unida. Parte de la información se presenta directamente, mientras que otra puede deducirse por la forma en que actúan los personajes o cómo hablan entre ellos.
Con el tiempo, queda claro qué problemas tienen los hijos y cómo han moldeado sus vidas. Tom se siente excesivamente responsable de los demás: por ejemplo, de su exnovia, que le ha pedido que sea el padre de un hijo que va a tener con otra persona, o de un amigo compositor que tiene una “relación erótica con la muerte” y que escribió la pieza que Tom está dirigiendo. Por su parte, Ellen es un espíritu libre y parece una joven fiestera por fuera, pero se siente profundamente sola y herida. Es adicta al alcohol y sus excesos la están matando lentamente. De hecho, en algunas escenas, camina como un zombi, como si ya hubiera cruzado el umbral.
Los humildes comienzos de la historia dan paso al patetismo y a las preguntas sobre el sentido de vivir (o, más bien, de morir lentamente) de esta manera. En definitiva, la película de Glasner es densa, sugerente y merece tres horas de nuestra vida.
Dying es una producción de las alemanas Port-Au-Prince Pictures GmbH, Schwarzweiss-Filmproduktion y Senator Film Produktion. The Match Factory se encarga de las ventas internacionales.
(Traducción del inglés)
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